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LA CAIDA DE UN MITO

  • Foto del escritor: simplementebaloncesto
    simplementebaloncesto
  • 30 jun 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 25 ene 2020


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Posiblemente la situación más complicada de un jugador de élite no se refiere a decidir en qué equipo juega, qué tipo de carrera busca, qué habilidades debe mejorar, etc... Sin duda la decisión más difícil es saber dar un paso a un lateral, saber cuándo ha llegado el momento y dejar de una manera digna y con un buen recuerdo el deporte que tanto amas.


Juan Carlos Navarro debutó con el primer equipo el 23 de noviembre de 1997 (con tan solo 17 años) y enseguida se vio que era un jugador especial. Joan Montes le dejó 10 minutos en pista frente al Covirán de Granada y el de San Feliú de Llobregat le devolvió la confianza con 10 puntos. Había mimbres, se veía que si se cuidaba y se pulía ese diamante el Barcelona y la Selección Española tendrían éxitos para más de una década, y así fue.


El pasado 18 de junio, Juan Carlos Navarro cumplía 38 años. Una edad en la que empieza a ser un milagro de la genética el poder competir a alto nivel sin rémoras en modo de lesiones o del propio desgaste físico provocado por el inexorable paso del tiempo. Analizando única y exclusivamente el estado del jugador, tengo la sensación de que ya hace aproximadamente 3 años que no está en disposición de competir al máximo nivel. Han sido largas épocas mermado por las lesiones y parones de baja indeterminados, lo cual se antoja clave en la recuperación de un jugador de más de 35 años.


No voy a entrar a valorar si la ficha económica de Juan Carlos es demasiado alta o baja, no me compete, ni entraré a valorar si el rédito acumulado a lo largo de tantos años en la sección le hace o no merecedor de esas cifras; “It´s not my business”. Pero sí puedo y quiero valorar que su aportación al equipo ya no es la esperada. No sólo eso, sino que creo que debido a su ansiedad provocada por demostrar que sigue preparado para competir al máximo nivel le hace tomar decisiones equivocadas en las lecturas del partido.


Todos los que hemos jugado a baloncesto hasta una edad avanzada veíamos como se nos iban mermando nuestras capacidades físicas hasta el punto de hacernos tomar decisiones equivocadas. Tu cabeza dibuja perfectamente la jugada… “Ahora me pido un pick and roll, como me seguirá el defensor, rodeo, entro, finto al pivot y hago una bandeja”. En la realidad te pides el bloqueo, te chocas con él al pasar, vas a entrar, con suerte no pisas ningún pie y te haces una esguince, saltas pensando que eres Llull y como levantas dos dedos tu cuerpo del parqué, te cae un tapón de un chaval de 20 años. Sólo te queda protestar al árbitro porque has recibido (según tu criterio) entre 2/3 faltas desde que iniciaste el bote.


Toda esta irónica recreación pretende demostrar que el ser humano es tremendamente orgulloso para aceptar su decadencia y pérdida de aptitudes en todos los aspectos de la vida. Desde el laboral, hasta el cuidado físico, hasta las virtudes que podamos tener en ciertos campos. El problema no es tenerlos, es aceptarlos, y ese es el momento clave.


Volviendo al tema, las aportaciones de Juan Carlos están en dinámica negativa desde hace tiempo, lo que además genera mucha inseguridad en el resto de jugadores ante la toma de decisiones del capitán. Se les ve ciertamente encorsetados cuando él está en pista.


El Barcelona decidió renovarle durante una década el verano pasado, con un paso paulatino de pista a staff y un año después quiere obligarle de malas maneras a abandonar la plantilla del primer equipo. Muy mala gestión de la directiva. Independientemente del ocaso de Juan Carlos, no tengo ninguna duda de que se merece la salida más digna que pueda haber tenido cualquier jugador de la historia de la sección. Es leyenda y debe tratarse como tal. La directiva puede y debe manejar muchos mecanismos, más llama del despido, para satisfacer las necesidades de jugador/afición/directiva, otra cosa es que éstos quizás no sean capaces.


Juan Carlos debe marcharse cuando quiera y como quiera, así debe tratarse a la leyenda de la sección, pero también es cierto que como dice el dicho, hay que irse antes de que te echen.

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