LA ESCLAVITUD DEL SIGLO XXI
- simplementebaloncesto
- 8 mar 2017
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 25 ene 2020

Focos, fama, dinero, fiestas, reconocimiento mundial, contratos publicitarios, mujeres, sexo, lujos, excentricidades... todos conocemos la parte positiva de jugar en la mejor liga del mundo. Pero toda cinta de música tiene también su cara B, y toda moneda también tiene su cruz.
Cuando en cualquier lugar del planeta se oye el bote de un balón de baloncesto, comienza a funcionar la utópica fábrica de sueños de cualquier niño. Jugar en la NBA. Poder vivir y disfrutar de un camino con el deporte que amas. Poder jugar a baloncesto cada dos noches frente a más de 15.000 personas en directo y varios millones que te escudriñan frente al televisor. No hay dinero para comprar ese sueño. Pero vender el alma a la liga americana también tiene una parte oculta.
Nadie duda de que desembarcar al otro lado del charco como una estrella consagrada en Europa o como una alta elección en el draft suele ser (aunque también la historia ha demostrado que no siempre es así) sinónimo de éxito. Pero también nos encontramos con una gran cantidad de juguetes rotos. Jugadores de calidad que por problemas de adaptación, de emigrar demasiado jóvenes o bien por no aterrizar en el lugar ni el momento oportuno, se vieron condenados al ostracismo más absoluto.
Fernando Martín podría ser un buen ejemplo para comenzar. Referente en Europa, estrella en España, fue el primer jugador de nuestro país en probar suerte allí. Podríamos catalogarlo como un éxito, y de hecho siempre ha sido así. Quizás ha pesado siempre más el tirón mediático de ser el primer jugador español en probar suerte en la mejor liga del mundo, pero lo cierto es que sus 0,9ppp y 1,2rpp en los Blazers en la temporada 86/87 es un ínfimo bagaje para un jugador de la calidad y raza del madrileño. Paspalj, Djordjevic, Rebraca, Jasikevicius, Navarro, Rakocevic, Rigaudeau, Spanoulis y un largo etcétera podrían completar esta lista.
Pero ojalá este fuera el único problema. Una gran cantidad de jugadores simplemente son contratados para cuadrar el balance de salarios. Estos jugadores de segunda fila suelen recibir una clara consigna al firmar por las franquicias. “No te compres una casa”. Jugadores utilizados única y exclusivamente como moneda de cambio. El último ejemplo lo tenemos con José Manuel Calderón. Un auténtico referente de este deporte a nivel internacional, que incluso tuvo durante varios años el mejor % de lanzamientos libres de la historia de la competición.
Tras su paso por el TAU de Vitoria y con una fructífera carrera de 7 temporadas en los Toronto Raptors, es traspasado a mitad de la temporada 2012/2013 a los Detroit Pistons. A partir de ese momento, Calderón pasa por 6 equipos (Dallas, Nueva York, Chicago, Los Angeles, Golden State y Atlanta) durante 5 temporadas.
El 27 de febrero de 2017, rescindió su contrato con los Lakers debido al escaso protagonismo que el jugador estaba teniendo a lo largo de la temporada. Unos días después, Calderón llegó a un acuerdo de palabra con los Warriors para unirse a la plantilla, pero una inesperada lesión en la rodilla de Kevin Durant, que lo mantendría varias semanas inactivo, obligó a la franquicia a cambiar de planes y fichar a Matt Barnes para reforzar la posición de alero. De todas maneras, los Warriors respetaron el acuerdo con Calderón, firmaron su contrato de manera oficial el 1 de marzo, para luego cortarlo del equipo a las pocas horas. El 4 de marzo firmó por Atlanta.
El comportamiento del GM de los Warriors fue exquisito, pero no es lo habitual. El mercadeo de jugadores sin importar opinión ni condición es habitual en la competición. Pero Kobe Bryant abrió el camino hace varias temporadas con la pionera firma de una claúsula antitraspaso. Esta cláusula solo la pueden firmar jugadores con al menos ocho temporadas en la NBA y cuatro en la misma franquicia. La han tenido muy pocos jugadores de la liga, en la que se incluyen Dwyane Wade, Carmelo Anthony, Kevin Garnett, Dirk Nowitzki, Lebron James y los recientemente retirados Kobe Bryant y Tim Duncan. Normalmente estas cláusulas solo sirven como homenaje y para dar a un emblema de la franquicia la tranquilidad que merece. Son precisamente los jugadores que nadie imaginaría en un traspaso los que las firman. No obstante, pudimos ver a Kevin Garnett renunciando voluntariamente a ella cuando fue traspasado de Boston Celtics a Brooklyn Nets. A Pau Gasol los Lakers le ofrecieron una, pero decidió cambiar de aires y firmar por Chicago Bulls.
¿Es esta situación justa? Simplemente son las normas del juego. El jugador firma por la liga, y es el comisionado el que decide establecer unas normas de reparto para equiparar los equipos de la mejor manera posible. Es lo que hay, si las aceptas, adelante, si no, siempre podrás jugar en Europa (o en las emergentes Ligas Asiáticas) y disfrutar de pleno poder de decisión en tus movimientos.
Hace ya tiempo, Jean-Marc Bosman consiguió ganar un litigio a las grandes esferas deportivas aludiendo que no le permitían realizar su trabajo libremente y consiguió la apertura de fronteras deportivas y la libre circulación de los trabajadores. Hoy no entenderíamos el deporte sin esta figura. Fue un pionero, quizás solo haga falta un buen abogado, unas buenas piteras y tiempo, mucho tiempo, para que esta situación cambie en la NBA.
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