OBJETIVO A CUALQUIER PRECIO

¿Alguien se imagina a Mick Jagger abandonando los Rolling para unirse a los Beatles?, ¿o a Damon Albarn renunciando a Blur para formar nueva banda con los hermanos Gallaguer?

Que Kevint Durant es un gran jugador no lo vamos a discutir en estas líneas. Estamos hablando de un 2.06 que puede hacer funciones desde el 2 hasta el 4. La versión tremendamente mejorada de Scottie Pippen. Pero, ¿qué le lleva a un jugador de estas características quererse subir al supuesto caballo ganador de la NBA?

Desde el traslado de la franquicia en 2008 a la ciudad de Oklahoma, en prácticamente todas las temporadas han alcanzado como mínimo la Final de su Conferencia, llegando a la Final de la NBA en 2012. Estos guarismos invitan a pensar que más que una desbandada generalizada de jugadores, lo que necesitaba el equipo eran pequeños retoques para poder conquistar el anillo de campeón.

Es evidente las urgencias históricas que comienzan a aparecer en los jugadores conforme avanzan sus carreras para conseguir el anillo. Saben que, por muy buen jugador que seas, no entrarás en el Hall Of Fame si no llamas a sus puertas con varias piedras preciosas en tus dedos. Ya lo hicieron en su momento Karl Malone y Gary Payton (aunque no lo consiguieron) uniéndose a los Lakers, y más recientemente Lebron James marchando a Miami.

El movimiento de Durant es una jugada maestra por parte de los Warriors, ya que la debilidad de los Thunder es directamente  proporcional al aumento de potencial de los Golden State, pero reabre la duda con la que titulábamos el artículo. ¿Vale todo para ganar? ¿Es mejor unirse al enemigo y dejar atrás los sueños de tu equipo?

Larry Bird: “Jamás se me hubiera ocurrido unirme a Magic y los Lakers, solo quería ganarles”.

Saber si Durant hubiera conseguido el objetivo en Oklahoma ya nadie lo sabrá, pero si lo consigue en su nueva etapa, su movimiento tendrá sentido. El tiempo lo dirá.